Aunque no es una planta originaria de América, el cannabis fue adoptado por diversos pueblos como parte de sus prácticas medicinales, espirituales y comunitarias. En esta nota exploramos cómo se vincula con las cosmovisiones ancestrales y qué lugar ocupa hoy en esos territorios. 🌳
Cuando hablamos de cannabis y espiritualidad solemos mirar hacia India, África o Jamaica. Pero ¿qué pasa en los territorios originarios de América Latina? Aunque el cannabis no es una planta nativa del continente, fue incorporado en diversas prácticas por comunidades indígenas, muchas veces desde el vínculo con otras plantas medicinales y desde una cosmovisión que entiende a la salud, el cuerpo, el espíritu y la tierra como una unidad.
En contextos rurales, comunitarios o de recuperación de saberes, el cannabis empieza a ser reconocido no solo como medicina, sino como una aliada espiritual, una herramienta para el equilibrio interno y colectivo.
🌎 ¿Es parte de las tradiciones originarias?
Técnicamente, no. El cannabis llegó a América con las colonizaciones europeas y fue cultivado con fines textiles y medicinales. No forma parte del grupo de plantas sagradas ancestrales como el tabaco, la coca, la ayahuasca o el peyote.
Sin embargo, muchos pueblos originarios han integrado el cannabis en sus prácticas medicinales, comunitarias y espirituales, desde el reconocimiento de su potencia y su conexión con lo natural.
🧘♂️ Cannabis y cosmovisión ancestral
En muchas culturas originarias:
- La salud no se separa del entorno: si una persona está enferma, es también porque hay un desequilibrio con la comunidad o la tierra.
- Las plantas no se usan como fármacos, sino como “seres con espíritu” que se deben respetar y con los que se entabla relación.
- Los rituales, las limpiezas energéticas, las vigilias o las ceremonias suelen incorporar infusiones, baños, sahumos o preparados que buscan armonizar cuerpo, mente y espíritu.
En esos contextos, el cannabis puede ser una más entre muchas plantas compañeras, usada para calmar la ansiedad, inducir el descanso, abrir la palabra o acompañar procesos emocionales profundos.
💬 Voces de territorio
Lihué, médica intercultural mapuche:
“No es nuestra planta madre, pero vemos cómo ayuda en personas mayores, para dormir, para calmar dolores. La usamos con respeto, no como droga.”
Rosa, guardiana de semillas en el NOA:
“Mi abuela no sabía que era cannabis. Lo llamaba ‘la plantita que relaja’. Lo sembraba entre las hierbas para hacer aceite cuando había dolores.”
Colectiva originaria de Bolivia (testimonio anónimo):
“La usamos para los nervios, para las mujeres que pierden el apetito o duermen mal. No se habla mucho, porque hay miedo, pero hay sabiduría en silencio.”
🧠 Tensión entre tradición y criminalización
Muchas comunidades originarias han sido históricamente perseguidas por usar sus propias medicinas, incluso antes de incorporar cannabis. Hoy, cuando lo hacen, enfrentan un doble estigma: por ser indígenas y por cultivar una planta que todavía arrastra prejuicios.
En algunos casos, los saberes ancestrales conviven con el REPROCANN; en otros, la transmisión sigue siendo oral, cuidada y comunitaria.
🌳 Espiritualidad sin apropiación
Al hablar de cannabis y pueblos originarios, es importante no romantizar ni apropiarse de sus prácticas. La espiritualidad indígena no es una moda ni un producto. Es una forma de estar en el mundo que requiere respeto, escucha y aprendizaje.
La mejor forma de acercarse es desde el vínculo, la humildad y el reconocimiento de que el cannabis también puede ser parte de un camino colectivo hacia la sanación, el cuidado y la memoria viva.